Bailamos por es el lenguaje que elegimos para
comunicarnos con nuestros cuerpos, por que nuestros cuerpo habla, lo que solo
el puede decir con movimiento, lo que la palabra calla somos el espacio cuando bailamos.
Danzar no se limita a ser un ejercicio, un diversión, juego de sociedad, es una
cosa mas seria, una forma de vida por que la vida es movimiento, sin danza no
hay vida sin vida no hay danza.
En la danza he encontrado las amontonadas memorias que
exhibo como cuerpo, las solapadas locaciones que me visten y desvisten como
acontecimiento y los movimientos deshechos y vueltos a armar en fraseos. He
encontrado un desleído asombro que me hace organizar el camino recorrido desde
la mirada del que reflexiona dudando de toda catarsis. Con los pies sembrados
en la escena de todo crimen creativo, he bailado hasta ahora sin la necesaria
compañía de otras miradas y lecturas. Pero, proponiéndomelo desde la reflexión
teórica que ahora me intriga, me he ido postulado como principal insumo
expresivo para una coreografía que está en desarrollo en un escenario mayor;
para una improvisación en curso y ajustada a derecho, una tácita manifestación
en colectivo que se engulle a sí misma como sustento, un episodio pre-ensayado
para ser transmitido en vivo.
Demostrando que la problemática de la danza no se refiere a "capacidad creativa". Sin embargo, se tiene una "deprimente visión" del medio por la "carencia de estímulos, oportunidades y promoción", se tiene la necesidad de que las instituciones culturales aportaran ayuda económica y desarrollen programas eficaces de difusión de los grupos existentes.
Al charlar con bailarines es recurrente que en este callado oficio condiciones económicas son "verdaderamente precarias". Solo nos queda la autogestión y el ser creativos crear con lo que tenemos a mano, “bailar por amor al arte “ lo que conlleva a resignarse .la falta de difusión de la burocracia cultural "cerraban sus ojos “ ante el desarrollo que la danza alcanza en nuestra cuidad .
La explicación de ese fenómeno, carencia de apoyo de instituciones culturales gubernamentales y las escasas o nulas leyes que amparen o difundan la actividad, puede darse en dos sentidos. Por un lado, el hecho de que efectivamente la danza es una actividad muy cara y en el mundo entero se enfrenta a problemas de sobrevivencia por falta de recursos económicos suficientes que la sustenten. La inversión que se requiere en las áreas de educación y promoción es muy elevada, pues implica el mantenimiento de escuelas con instalaciones costosas, que en el caso de la danza profesional sólo dan cabida a un reducido número de alumnos. En lo que se refiere a la difusión y promoción dancísticas se requiere de infraestructura teatral y técnica; campañas para llegar a un público que en términos generales no tiene interés en la danza, por lo que ésta no reditúa en lo económico; y fundamentalmente, definición de las políticas culturales, continuidad en los proyectos, combate a las trabas burocráticas y definición de los apoyos en función de la calidad de los grupos dancísticos y no de las preferencias de la burocracia cultural en turno.
En ese contexto de carencias, me parecía que era "natural que las tensiones que implica meramente sobrevivir alejen, en vez de unificar, a quienes ven en la danza una profesión, una actividad creativa y una vocación". Así explicaba otro de los problemas que se vivían en el campo dancístico: la imposibilidad de mantener unidad entre sus artistas, quienes mantenían desacuerdos irresolubles y no lograron establecer un frente común para lograr sus reivindicaciones.
Mauricio Sarmiento